Don Álvaro Dávila y Ágreda, marqués de Villamarta formó en 1914 una ganadería con un cóctel de sangres sui genéris: vacas de Murube, Urcola y Medina Garvey y dos sementales de Fernando Parladé. Poco después, compró todas las reses de José Carvajal, de pura estirpe Ibarra, y en 1928 añadió hembras de Santa Coloma y dos toros del conde de la Corte. Esta mexcla dio un resultado excepcional y dio origen a una raza con sello propio: los villamartas. En 1941 la vacada se dividió entre sus herederos; don Salvador Guardiola Fantoni compró en 1942 la parte de María Dávila y al año siguiente se hizo con el lote heredado por Concepción Dávila, otras de las hijas de Villamarta. Al contar con dos hierros distintos, don Salvador puso a su nombre las reses de la primera compra, y al de sus hijos, los hermanos Guardiola Domínguez, las adquiridas en 1943 que, por cierto, estuvieron antes en manos de Carlos Núñez.
No colmadas sus aspiraciones ganaderas, en mayo de 1946 don Salvador Guardiola adquirió una de las fracciones resultantes de la partición de la vacada de Antonio García Pedrajas, originaria por vía directa de Parladé y Tamarón. Poco después, Guardiola agregó más de 200 cabezas de Manuel Guerrero Palacios, de idéntico origen. El primero de estos lotes fue puesto a nombre de María Luisa Domínguez Pérez de Vargas, esposa del señor Guardiola Fantoni, y lo comprado a Guerrero quedó bajo titularidad de Salvador Guardiola Domínguez, hijo mayor del matrimonio, aunque en realidad ambas ramas funcionaban como una sola ganadería, con dos hierros. Desde el principio, estas reses de Pedrajas fueron llevadas por separado de las de Villamarta, conformándose así las dos líneas de sangre que aún hoy identifican a la familia Guardiola.
A pesar de compartir pedrajas y villamartas una cierta afinidad de origen en la raíz Ibarra- Parladé, nada tienen que ver en morfología y comportamiento, pues poseen un arquetipo peculiar y claramente identificable. El toro de Villamarta es muy fino, largo y algo “agalgado”, con los pelos variopintos, que van desde el negro, tanto zaino como bragado, girón, calcetero o lucero, al castaño, el salpicado, el cárdeno y el berrendo aparejado. Luce pitones muy astifinos, de color blanco y con las puntas hacia arriba. En cuanto a su carácter, esta raza da toros temperamentales, pero muchas veces con nobleza y recorrido, de embestida alegre, fija y repetidora, poco acordes con el sello de dureza a secas con el que el tópico taurino les ha encasillado.
Los pedrajas tienen rasgos clásicos ibarreños, como los cuartos traseros algo caídos y esqueleto hondo, también poseen hocico chato y astas de conformación acapachada, menos aparatosas que los de otras derivaciones de Ibarra-Parladé. Su pelo es brillante y casi siempre de color negro, siendo muy característico en algunos ejemplares el tener un cerco ojalado alrededor de los ojos. En cuanto al carácter, estos toros se han distinguido por su prontitud, alegre en la arrancada y bravura frente al picador, a veces en menoscabo de su juego en la muleta. Los Guardiola pulieron en gran medida este defecto, prolongando la embestida de sus pedrajas al último tercio con nobleza y duración, lo cual es la clave de la bravura.
DEBUT Y PRIMEROS ÉXITOS
Don Salvador Guardiola se presentó en Madrid el 23 de septiembre de 1945 con un encierro que aún lucía el hierro de Villamarta y que estoquearon Pepe Luis Vázquez, Cañitas y Luis Miguel Dominguín. Repitió el 18 de julio de 1946, figurando en el cartel Juanito Belmonte, Pepe Luis y Morenito de Talavera, y esa misma temporada lidió en nuestra plaza una novillada, festejos ambos que no resultaron muy brillantes. El hierro de hermanos Guardiola Domínguez tomó antigüedad el 8 de junio de 1949 con una corrida que despacharon Gitanillo de Triana, Pepe Luis Vázquez y Pepín Martín Vázquez, y en la que salieron tres ejemplares muy nobles: Fatigo, Bambolla y Burguesón. En esta primera etapa, que se extendió hasta mediada la década de los 50, los villamartas de Guardiola ya lograron éxitos notables en otros cosos de primer nivel, como Bilbao, Barcelona o Sevilla, y casi siempre fueron estoqueados con éxito por las máximas figuras, sin que la seria presentación que siempre fue tradicional en esta casa influyera en ello.
En cuanto a los pedrajas, durante muchos años se lidiaron casi exclusivamente en novilladas, pues su salida comercial no era fácil debido al mal cartel que tenía esta casta entre los toreros, al contrario de lo que ocurría con lo de Villamarta. Su estreno en Madrid se produjo el 30 de mayo de 1948 con un lote de utreros que lidiaron Morenito de Talavera Chico, Rafael Yagüe y Niño de la Palma III y cuyo defecto fue su tendencia a pararse en el último tercio. Volvieron al ruedo de Madrid los pupilos de doña Maria Luisa Domínguez en la temporada de 1951 en sendas novilladas, acusando cortedad de embestida la primera, en la que obtuvo una oreja Jaime Malaver y dio dos vueltas Juan Posada, mientras que los cuatro novillos lidiados el 6 de septiembre por Miguel Ortas, Dámaso Gómez y Enrique Vera fueron bastante mejores, sobre todo el extraordinario Puerquero, que abrió plaza. Este novillo ya permitió vislumbrar la tarea de selección llevada a cabo por los Guardiola, lo cual se confirmó el 31 de julio de 1952 gracias a otro utrero sensacional, llamado Balloneto.
Aparte de las señaladas, la temporada de 1951 registró otras dos comparecencias de la familia Guardiola en Madrid. La primera y más importante tuvo lugar el 14 de mayo, tarde en la que la divisa de don Salvador debutó en la feria de San Isidro con una corrida brava, que fue a más y que estoquearon Paquito Muñoz, José María Martorell y Chaves Flores, en la cual destacaron dos toros superiores, llamados Ollambre y Triunfante. Como aquellos, también eran villamartas los novillos jugados el 29 de junio, festejo en el que Juan Posada hizo una gran faena, aunque las reses tuvieron más genio y aspereza que bravura.
Tras un paréntesis de ausencia, los toros de Guardiola Fantoni se anunciaron en la primera corrida de la feria de San Isidro de 1956, con Antonio Bienvenida, Chicuelo II y Joselito Huerta en el cartel. El viento fue aquella tarde el principal escollo para el triunfo de los toreros frente a unos morlacos de muy buena condición, entre los que destacó por bravo y noble el cuarto, de nombre Zapo, con el que Bienvenida realizó una exquisita faena no rubricada con la espada. Repitieron los villamartas de “El Toruño” en la feria de 1957 y de nuevo salieron bravos, aunque llegaron parados al último tercio por exceso de castigo, con la excepción del sexto, un gran toro de nombre Ranito al que Gregorio Sánchez cortó una oreja dando además dos vueltas al ruedo.
En lo tocante a los pedrajas, de Maria Luisa Domínguez demostraron una progresión ascendente en Madrid a lo largo de esta época. En tal sentido, merece recordarse la bravísima novillada del 2 de octubre de 1960, que fue suspendida por lluvia a la muerte del cuarto novillo y en la que hubo un astado de bandera, el tercero, de nombre Vinatero. Más redonda aún fue la novillada lidiada el 8 de julio de 1962 por Andaluz II, Miguel Cárdenas y Francisco Montenegro, en la que los seis morlacos fueron ovacionados en el arrastre y dos de ellos merecieron el calificativo de extraordinarios, el cuarto, Molinillo, y el sexto, de nombre Cordelito.
Alboreando los años setenta, se produjo un cambio de tendencia en el juego de los guardiolas, que anticiparon dos toros sensacionales jugados en la corrida- concurso de Jerez de la Frontera: Bandochico, ganador del Catavino de Oro en 1971 y desorejado por Luis Miguel Dominguín, y Aldeanero, indultado en 1972 y al que Rafael de Paula cortó las dos orejas y rabo simbólicos. El 15 de mayo de ese mismo año retornó don Salvador a San Isidro con una corrida que se suspendió por lluvia en el cuarto toro y dio poco juego. Bravo y bueno, aunque flojo de remos, resultó el encierro lidiado el 13 de mayo de 1973 por Jaime Ostos, Ruiz Miguel y Julián García.
Don Salvador murió en 1973, y algún tiempo antes ya había cedido las responsabilidades ganaderas a uno de sus diecisiete hijos, Juan Guardiola Domínguez, quien fue un extraordinario aficionado y artífice fundamental del éxito de esta casa ganadera, ayudado en su tarea por el conocedor Luis Saavedra, sabio entre los de su oficio. Bajo su batuta, tanto los villamartas como los pedrajas iniciaron una progresión espectacular, apoyada primero en sus repetidos éxitos en la Maestranza sevillana, que luego se extendieron a Pamplona, Barcelona, Bilbao, Zaragoza, Francia y una pléyade de plazas donde triunfaron a golpe cantado. En Madrid,
DEL BACHE A LA CUMBRE
Hacia comienzos de la década de los sesenta los villamartas de Guardiola entraron en un bache de juego, lo cual dio lugar a que se les colgara absurdamente la etiqueta de “terroríficos”. La ganadería fue relegada a carteles modestos y a fechas de escaso relumbrón. En la plaza de Madrid se lidiaron con frecuencia en novilladas durante esta etapa. Dentro de una tónica desigual, en la que predominaron el genio y la aspereza, brilló la brava novillada del 11 de junio de 1961, en la que saltaron tres ejemplares sobresalientes, llamados Rano, Salerillo y Comandito. También hubo varios ejemplares aislados de muy buena nota en corridas de toros, como Antiguo, jugado el 14 de abril de 1963, o aquél otro de magnífico juego al que Antonio Bienvenida le cortó las dos orejas el 16 de octubre de 1966 en la tarde de su despedida.
La presencia de los villamartas de Guardiola también fue habitual, aunque no brillaron a tanta altura como en otros cosos. Aún así, recordamos varios ejemplares destacables, como los lidiados en la corrida del 29 de abril de 1979 por Frascuelo; el toro Vocerito, que hizo una impresionante pelea frente al caballo en la corrida-concurso de ese mismo año y Salero,ganador de esa misma corrida en la edición de 1980.
Los pedrajas de doña Maria Luisa vinieron pocas veces de cuatreños a nuestra plaza ya que los toros más fuertes de la camada eran reservados para la corrida del “lunes de resaca” de la feria sevillana, donde encadenaron triunfos espectaculares desde 1982. Una de sus pocas apariciones en las Ventas fue la de su debut en la feria de San Isidro, el 3 de junio de 1984, en el que sólo se lidiaron tres toros, aunque el último de ellos, Punzón, fue muy bueno y propició el éxito de Curro Durán. Mucho más allá de su espectacular y alegre pelea en varas, tan celebrada por los superficiales “toristas”, la ganadería iba evidenciando cada vez con mayor regularidad un gran fondo de bravura con clase, y su cenit de juego coincidió con dos faenas memorables de José María Manzanares: la del toro Peleón, al que indultó en la corrida-concurso de Ronda en 1988 la de Bigotudo, en la feria de Dax de 1989. Esta etapa gloriosa de los pedrajas, que extendió hasta entrados los años 90.
DIVISIÓN DE LA GANADERÍA
Tras el fallecimiento de doña Maria Luisa Domínguez en 1993, se procedió al reparto de las ganaderías familiares entre los hermanos, algunos de los cuales vendieron a otros criadores, caso de Ortega Cano, que compró una parte de los pedrajas hoy adscritos al hierro de “Yerbabuena”, y de Fidel Sanroman, que se quedó con un lote de origen Villamarta. Respecto a los dos hierros históricos más importantes, el de Guardiola Fantoni pasó a manos de Jaime Guardiola y el de Maria Luisa Domínguez quedó en poder de Alfonso Guardiola, manteniendo ambos la sangre originaria.
No es nada nuevo que la disgregación de una vacada trastoque su regularidad y afecte a su cartel, pero en este caso ha coincidido con un momento taurino muy complicado, donde muy pocas divisas (y casi todas de la misma sangre...) tienen cabida en las ferias. Con todo, lostoros Guardiola Fantoni dieron un magnífico juego en casi todas las plazas, y de forma muy especial en Madrid, cuyo ruedo han pisado regularmente y con reiterados éxitos desde 1996 hasta la pasada temporada de 2010.
Entre los ejemplares sobresalientes de la rama Villamarta vistos estos últimos años en Las Ventas los ha habido de gran nobleza y clase, como Sangrefina, Dicharacho y Guapo, lidiados por Jesulín de Ubrique, el primero en la feria isidril de 1997 y los segundos en la de 1998; Pastor, del que Pepin Liria obtuvo una oreja también en 1998; Indio, estoqueado por Luis Vilches el 28 de mayo de 2005; Andador, corrido el 21 de mayo de 2005; Tocador, lidiado por Eduardo Gallo en 1 de mayo de 2010, Agricultor, al que Iván Fandiño corto una oreja en esa misma corrida, o Navito, astado de clara embestida que abrió plaza el 4 de julio de 2010. Hubo también varias corridas completas en conjunto destacando quizás la del 6 de junio de 2000, cuyos matadores fueron El Tato, Víctor Puerto y Alberto Elvira. Y en la categoría de toros extraordinarios figuran Bellacara, desorejado por Encabo el 27 de octubre de 1996; Foquero, que correspondió a Pepin Jiménez el 3 de junio de 1997; Flecha, corrido el 5 de junio de 2001; Rompetodo y Ventoso,jugados en las ferias de San Isidro de 2003 y 2005 respectivamente, entre otros.
Como en otros momentos de su historia, durante este última etapa los pedrajas de Guardiola han frecuentado Las Ventas muy ocasionalmente y con resultados irregulares, siendo lo más brillante el bravo toro Manolito, ganador de la corrida-concurso celebrada el 25 de abril de 1999 y el muy noble novillo Picador, que estoqueó Caro Gil el 1 de mayo de 2005.
Cuando por su buen momento de juego cabría suponer lógicamente que los Guardiola deberían estar presentes en las grandes plazas que, aparte de Madrid, siempre frecuentaron (Sevilla, Pamplona, Bilbao, etc.) resulta que por una absurda moda o por efecto de un mercado distorsionado están apartados de ellas. Es la misma e irracional situación que enfrentan otras grandes ganaderías clásicas, mientras otras de mediocre trayectoria ocupan el lugar que no les corresponde. El hecho más grave es que ello ha derivado en una drástica reducción de sus efectivos, lo que amenaza la supervivencia futura de otro de los apellidos con más solera del campo bravo, que además es la enseña de dos castas históricas como son Villamarta y Pedrajas.
fuente:las-ventas.com
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