domingo, 29 de julio de 2012

Cronica. Feria de Julio de Valencia.

Gran tarde de Ponce, chispazos de Morante y la sensaciòn de engaño.


Plaza de toros de València, 28 de julio de 2012. Quinta de la Feria de Julio. Toros de Victoriano del Río impresentables segundo y cuarto, bajos de presencia y nobles. Enrique Ponce (ovación, ovación y una oreja) y Morante de la Puebla (pitos, pitos y una oreja). Se desmonteró José Manuel Montoliu tras banderillear al tercero. Ponce fue atendido en la enfermería por lesión muscular. Tres cuartos de entrada (cerca de 9.000 espectadores).



A la corrida estrella la dejaron estrellarse en dos toros. A voluntad, desfachatez y despropósito. Una poca vergüenza, de quienes sea. Tapados todos, uno pregunta y nadie sabe nada. La duda se va al limbo de la irresponsabilidad taurina, tan campante. En el toro como en Bankia, alguien la lía parda pero nadie ha hecho nada nunca malo, y aquí estamos con el agua al cuello clamando rescate.



Grandes misterios que tienen que joder una tarde, al fin y al cabo, de toreo bueno y tres o cuatro golpes de genialidad. ¿A quién se le ocurre enlotar la raspa primera junto con el castaño chorreado que por no tener no tenía ni rabo? Es más, ¿a qué ganadero se le ocurre llevar a una plaza de primera ¡un toro sin rabo!? ¿Quién se empeña en que pasen un reconocimiente que nunca debieron pasar? Y, para acabar, ¿quién saca supuestamete la bolita para que ese lote impresentable vaya a parar a manos de Morante sí o sí? ¿De qué o quién depende? Y lo más importante: ¿se dan cuenta de la falta de respeto con el que paga y se sienta en la piedra?



Porque esas eran las conclusiones: Enrique Ponce había cuajado su mejor tarde en València en varias temporadas, una tarde como para cortar cuatro orejones, cuatro; Morante, entre su mar de dudas, se arrebató y al final dejó varios chispazos de arte; pero, ahí quedaba la sensación sobrevolando los tendidos de que alguien había intentado timar a público y aficionados. Esa la verdad.



Enrique Ponce había dado el paso, deshaciendo sus planes de no estar en la Feria de Julio. La caída del cartel de Manzanares por lesión, despertó su responsabilidad y Ponce no le falló a València. Paseíllo inédito en mano a mano junto a Morante de la Puebla y ovación de bienvenida.



Su lote, armónico en las hechuras y cómodo de pitones, fue puro lujo. A cual de los tres mejor. Bravos, pero nobles hasta decir basta. El primero fue un toro hondo aunque algo corto, pero enmorrillado y con remate. Recibió dos varas fuertes que hicieron mucha sangre. Sin ser de una gran profundidad, Ponce con temple y tacto le hizo faena por el derecho mucho más compacta y ligada que el izquierdo. No desistió el toro, e incluso al final, cuando Ponce volvía de coger la espada, la arrancada del toro fue síntoma de tener algo más dentro. Y el arreón tras la estocada lo dejó claro: Ponce salió perseguido tras la suerte suprema y se vio obligado a saltar las tablas. En la carrera o en salto sobrevino la lesión en apariencia muscular y que le mermó ya para el resto de la corrida.



Al tercero le tenía cortadas las dos orejas. Un toro al que sus hechuras y expresión dejaban ver ya su nobleza. También su tranco. Hondo y muy pobre de cara, por cierto. La faena fue Ponce en estado puro. Todo ligado, relajada figura, la muleta sutil, la embestida a los vuelos. Dos series sobre la diestra encajadas de cintura y enroscadas a la misma. Y entremedias, una al natural citando por Conde (Javier) o con el cartucho. Y para acabar, la poncina. Por el derecho y, sobre todo, una por el izquierdo que dio la vuelta al mundo con un cambio de mano que se hizo eterno. Había que meter la espada, el triunfo que tantas veces se le había negado en los últimos años a Ponce en València estaba ahí. Pero la lesión muscular hizo mella, fallaron las piernas y la confianza, y la estocada fue a la tercera.



La negra lleva la feria. Si Fandiño había abierto la víspera la puerta grande solo tras un esfuerzo titánico, aquí parecía que nada iba a ser fácil. Ponce, con el lote, se quedaba en el umbral a falta del quinto y con el personal en un claroscuro. Ponce lo tenía pero materializaba y, mientras, Morante y sus birrias de toros anovillados, impresentables, cabraba al personal que más receptivo no podía estar.



La casta morantista es peculiar y digna de estudio. Entre ellos hay buenos y grandes aficionados, pero los panolis y cursis son legión. Todos y también el resto de mortales estaban con el rabo entre las piernas. El saldo de Victoriano del Río había sacado lo peor de Morante. A pitos fue valorado tras segundo y cuarto.



Y en esas estábamos en el quinto y la tarde explotó y el mano a mano cobró sentido. Ponce había pasado por la enfermería. El galope del toro excelente. Sus hechuras. No así su seriedad. El quite tras la primera vara de Ponce a la verónica de gran nivel. Sacándose el toro a lo medios, pata adelante y la media. La expresión del toro al venirse era para soñar en cómo metería la cara. José Manuel Montoliu, que ya se había desmonterado en el tercero, bregó a gran nivel. Y José Antonio Morante decidía apuntarse por fin a la tarde. Su genio bajaba de los cielos. El toro visto en la capa de Ponce por verónicas, se ciñó por chicuelinas a Morante con ese sello tan propio y la media total. Y Ponce picado a estas alturas, repicó con más chicuelinas, la plaza encendida. Y el tranco del toro...



Cómo se venía, alegre y entregado. Pero algo no acabó de cuadrar ahí. Metido en la embestida no fue igual. Ponce es verdad que cuajó ni redondeó. Se puede decir que no estuvo a gusto. No había entrega total del toro, final destraído, pero tampoco ese temple milimétrico de Ponce. Faena menos profunda, menos hilada, pero al final rematada con la espada y premiada con una oreja. Lo que son las cosas, Ponce le cortaba el trofeo al toro de su lote con el que peor había estado.



El sexto, para acabar de entender menos el lote de Morante, fue basto y grandón. El más pesado de la tarde y nada que ver con sus dos primeras raspas. Toro con genio. Espectacular el tercio de varas, dos tumbos espectaculares, mucho poder y mucho que tragar. Con el caballo en el suelo y un auténtico revuelo de capas, Morante se salió hacia los medios con el toro y quitó por delantales. La locura. Toro con genio al que no se le podía dar ventajas por arriba. Por abajo se iba y apretaba. Morante cuajó varios muletazos con la diestra de gran hondura. Series cortas. Faltó ganar más pasos, la muleta adelantarla y tragar con aquello. Pero los destellos del arte de Morante deslumbraban y tras espadazo habilidoso yéndose, cortó una oreja. Lo que son las cosas, el mano a mano entre Ponce y Morante acababa en tablas. Es más, los dos incluso se fueron juntos de la plaza. El toreo se disfrutó, sí; pero también se sentía que a más de uno le habían tomado el pelo.



fuente:cornadasparatodos.blogspot.com.es

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