domingo, 13 de febrero de 2011


Documental Ganaderia de:
Guardiola Fantoni.

La ganadería del documental comenzó a forjarse en los albores del siglo XIX, “desde el 1800 teníamos vacas retintas, cabras, cochinos, yeguas”. Nos referimos a la familia Guardiola, santo y seña de la cabaña brava española. Pero no es hasta el siglo pasado cuando sellan su unión al mundo de los toros.
Y lo hacen con dos encastes muy distintos, como son el de García Pedrajas y el de Villamarta. Con ellos han sido capaces de modelar dos tipos de toro muy distintos, pero aptos para todo tipo de públicos. Hoy nos centramos en el encaste de Villamarta y lo hacemos en un hierro, que desde el año 2000 y hasta la pasada temporada, ha lidiado en nueve ocasiones en Las Ventas. Jaime Guardiola Domínguez es, en la actualidad, el representante del hierro de herederos de Salvador Guardiola Fantoni.

LA ERA VILLAMARTA

Jaime Guardiola recuerda cómo se le ocurrió a su padre hacerse ganadero en 1944. “En casa siempre hubo ganadería, como en todos los patrimonios fuertes de Andalucía. En 1944 mi padre compró uno de los lotes en que se dividió la ganadería del Marques de Villamarta”. La ganadería del marqués era una de las más codiciadas.

“Mi padre se fijó en lo del Marqués de Villamarta, como hombre inteligente que fue, porque Villamarta era en esa época la ganadería de moda. Fíjate a lo que llegaba la importancia que, paralelamente a la compra de mi padre, un ganadero como Carlos Núñez, que tenía ya desde 1939 lo del encaste Rincón, compró entre 1941 y 1942 ganado de Villamarta”. A Salvador Guardiola Fantoni le unía una magnífica relación con “Álvaro, el Marqués de Villabágrima”, que acababa de hacerse con una de las partes de Villamarta. “Tenía una gran amistad con él”, dice Jaime, “y gracias a ella pudo hacerse con este importante lote”.


“El toro de Villamarta es un toro bravo, básicamente bravo.
Es encastado pero no congenio. Es bravo y noble”.


¿Y qué queda de todo aquello?, ¿cuáles fueron los cambios? “Mi padre, cuando compró”, responde, “le dio su tinte personal. Dicen que los toros se parecen mucho a los dueños y creo que en el caso de mi padre fue así. Mi padre tenía sus gustos y ese hecho ha quedado patente en la ganadería de Guardiola”. Una reflexión a la que se unen los primeros recuerdos de Jaime cuando era niño. “A nuestra finca venían a asesorarle ganaderos como Eduardo Miura, Clemente Tassara y Juan Belmonte”. Estuviera o no asesorado por aquellos hombres sobradamente conocidos, Salvador “en las tientas siempre exigía a las vacas mucha bravura. Las vacas tenían que ir de una punta a otra de la plaza. De hecho”, cuenta Jaime, “cuando mi padre construyó la nueva plaza de tientas en la finca de El Toruño, las cosas cambiaron mucho”. Y es que recordemos que antiguamente las plazas eran muy pequeñas, “el ruedo medía 20 metros de diámetro y mi padre construyó la plaza nueva con un ruedo de 33 metros para probar con mayor precisión la bravura”. Por aquella época una larga lista de ganaderos sabía bien que la senda a seguir era la dejada por ganaderos como el gran Fernando Parladé, y ésta fue la razón para que la bravura se convirtiera en una prueba cada vez más exigente. “No era lo mismo que una vaca se arrancase desde 14 ó 15 metros que a más metros de distancia”, declara Jaime.

Hasta ese momento las plazas habían sido pequeñas “para que los animales de algunas castas embistieran. A veces había que acorralarlos y acosarlos y entonces era cuando embestían”. Aquel modelo de ganadería se quedó en los anaqueles de lo decimonónico. Con la llegada de Joselito El Gallo el toro cambió. La selección se abrió paso. Comenzaba a verse un tipo de toro resistente a las faenas de muleta. La corrida de toros pasaba a tener tres tercios y “a medida que han pasado los años se ha ido seleccionando y la bravura ha aumentado y, por supuesto, que para medirla las distancias han aumentado”.

Aquella primera época que vivió Jaime Guardiola la recuerda como un tiempo en el que “en la Unión de Criadores había ganaderos, auténticos caballeros, señores que venían a casa de mi padre como Juan Belmonte, que tenía la finca de Juan Gómez a nuestro lado. También venía Eduardo Miura padre, que me llamaba mucho la atención; venía Clemente Tassara, Ignacio Sánchez Ibargüen, Juan Pedro Domecq padre. Había mucha unión”, señala. “Los ganaderos de antes no eran como los de ahora, que apenas se conocen. Los señores de Sevilla se conocían en todo, participaban y se cambiaban impresiones. No había tantos ganaderos, las ferias tenían menos corridas y eran siempre los mismos los que lidiaban. La historia de los años 1950 o 1960 era así: Clemente Tassara, Miura, Urquijo, Carlos Núñez y todos los que antes había nombrado”.



“Los ganaderos de antes no eran como los de ahora, que apenas se conocen”


Vayamos al toro de Villamarta, un gran caudal compuesto por distintas sangres.
“El toro de Villamarta es un encaste morfológicamente definido. Tenemos dos tipos, hay un toro mas pequeño, más de los orígenes cuando lo de Villamarta se formó con cuatro o cinco líneas diferentes y luego está el toro con mucha caja”, afirma el ganadero. De ese segundo tipo de toro más grande Jaime añade que “generalmente este toro tiene el pitón blanco, con buenas defensas y que normalmente llamamos más villamartón. Este toro es algo más grande y siempre en el campo lo hemos llamado así. Sin embargo”, concluye, “creo que los dos tipos se identifican por igual con este encaste”. ¿Y en cuanto a comportamiento? ¿Cómo verá el ganadero al toro de Villamarta?, un encaste que algunos creen que es capaz de sacar lo mejor y lo peor en un mismo encierro. ”El toro de Villamarta es un toro bravo, básicamente bravo. Es encastado pero no con genio. Es bravo y noble”. La otra pregunta que le hacemos al ganadero es si este encaste fue siempre así. Jaime Guardiola contesta, aun sin haber podido conocer lo que ocurría en tiempos del marqués, que ya en manos de su familia “la trayectoria que lleva esta ganadería en los más de 60 años se ve a través de los triunfos que hemos tenido en plazas de primera, localizándose en cuatro plazas casi perennes: Bilbao, Pamplona, Madrid y Sevilla”.


EL RELEVO

Casi 30 años después se produce en la ganadería el relevo a causa del fallecimiento de Salvador Guardiola Fantoni.
El bueno de Salvador lo había previsto, sabía perfectamente a lo que se dedicaría cada uno de los muchos hijos que tenía. “Éramos trece hermanos”, recuerda. “Entonces mi padre, antes de morir, fue colocando a cada uno de ellos en un ministerio. Mi hermano Salvador Guardiola se ocupaba de la ganadería. Salvador era rejoneador, pero murió en Palma de Mallorca en 1970 y ahí hubo un bache fuerte. Entonces mi padre puso a mi hermano Juan, que es el segundo de la familia después de Salvador, a llevar la ganadería. A Javier, que es ingeniero químico le puso a llevar los negocios del arroz. A mí me puso a gestionar las fincas cuando acabé la carrera. En fin, que nos fue colocando a cada uno para que cuando él faltara todo estuviera bien organizado. Y puedo decir que todos fuimos a una porque afortunadamente siempre hemos vivido juntos en la finca”.
El otro cambio se produjo a raíz del fallecimiento de su madre, María Luisa Domínguez y Pérez de Vargas. “Cuando murió mi padre la situación permaneció igual hasta que falleció mi madre en 1993. La herencia se dividió entre nosotros y entonces, mi hermano, Juan, que era el responsable de la ganadería eligió el hierro de mi padre, el de Guardiola Fantoni. Otro hermano mío, Alfonso, eligió el hierro de mi madre, María Luisa.
El hierro que había puesto mi padre a nombre de mi hermano fallecido en Palma, el de los herederos de Guardiola Domínguez, le tocó a mi hermana y ese hierro se lo vendió a Rocío Jurado y a Ortega Cano. Y finalmente, el otro hierro procedencia de Villamarta, el de la G de Guardiola Domínguez Hermanos, se quedó como una sociedad donde estaban Concha, Luis, Jaime y yo. Este hierro es el que vendí hace unos años a Fidel San Román”. Tras la venta del hierro de la ‘G’ con una cruz, Jaime Guardiola se quedó “al frente en la responsabilidad de dirigir lo de Guardiola Fantoni”.

Los primeros recuerdos de Jaime en Madrid “se remontan a los años de estudiante”. Recuerda cómo a principios de “los años 60 el toro no tenía nada que ver con el de ahora”. De aquello no sólo le queda el reservorio de la memoria sino anécdotas como la que acaba de recibir por correo postal en su casa. Un señor nonagenario de la localidad madrileña de Alpedrete, aficionado a los toros, le ha escrito encabezando la carta de la siguiente manera: “Antílope vuelve a Las Ventas después de 42 años”. “Antílope”, explica, “fue un toro de Guardiola y con él tuvimos el honor de que Antonio Bienvenida le cortara las dos orejas. Bienvenida lo lidió en la corrida de su retirada en Madrid en octubre de 1966. Fue el último toro al que Antonio le cortó las orejas de luces. Y este hombre me ha escrito una carta cariñosísima diciéndome que a sus 92 ó 93 años no sabía a quien donar la cabeza de ese toro. Me ha dicho que dónde podía estar mejor la cabeza de ese toro que en el Museo Taurino de Las Ventas”. Otro recuerdo, éste mucho más actual, es el de la faena que José Tomás realizó en Las Ventas, “fue al primer toro que le cortó una oreja en Madrid”, recalca. También está el aldabonazo de “la corrida concurso del año 2000”, en la que “me llevé el premio con el toro Manolito al toro más bravo”. Situándonos mucho más cerca del presente, Jaime recuerda entre las mejores corridas de los últimos años la “que lidiaron Alberto Elvira, Víctor Puerto y El Tato. Aquella corrida fue muy elogiada por todos”, dice. “Con aquella corrida fue con la que gané el primer premio del Círculo Bienvenida”.
En un segundo plano “hay otras corridas que hemos lidiado buenas en Madrid, pero se me amontonan los recuerdos y es difícil”, confiesa.

En cuanto a la lista de toros, Jaime recuerda uno que toreó Jesulín de Ubrique, “el toro era de pelo burraquito”, precisa, y “el dilema con ese toro vino en el reconocimiento veterinario de la mañana.
Se discutió mucho su trapío. Ese toro tenía muy buena cara pero estaba muy estrecho de culata y en los corrales dijeron que estaba muy justo y José Luis Lozano, que era en ese momento el empresario de Madrid, apostó por el toro y gracias a la opinión del presidente, Juan Lamarca, el toro se lidió y Jesulín le hizo una muy buena faena”. Este tipo de toros, los de pelo burraco o los que son salpicados “siempre han salido buenos. Aquí en casa todo el mundo sabe que los salpicados, los burraquitos, los jirones, los calceteros, los luceros han salido por norma general buenos. Los toreros lo saben y siempre han tenido cierta predisposición por este tipo de toros”.


GUARDIOLA EN MADRID

La gran parte de las veces que Guardiola ha lidiado en Madrid nunca ha tenido problemas con los reconocimientos y tampoco con el público. “Normalmente, de seis que traíamos, los seis pasaban el reconocimiento. Baile de corrales con Guardiola, y eso lo sabe la empresa, no ha existido. Nosotros sabemos el tipo de toro que tenemos que llevar y así lo hacemos siempre en consonancia con la plaza donde vamos a lidiar.
Por norma general cuando reseñamos una corrida para Madrid dejamos 9 ó 10 toros por el honor que merece esta plaza”. Tanto honor rinde esta ganadería a Las Ventas que para evitar cualquier problema “dejamos siempre algún toro cinqueño por si hubiera problemas de remate con los cuatreños”. Una costumbre nada nueva “eso también lo ha hecho Miura. Todos los ganaderos buenos solemos hacer esto para no tener problemas en esta plaza, pese al riesgo económico que entraña”.

Como dice Sabina en una de sus canciones, “sobran motivos” para explicar lo que esta ganadería ha supuesto a la afición madrileña. “Creo que la afición de Madrid nos ve con cierta predisposición”, dice Jaime, “ve nuestros toros de Villamarta con cierto favoritismo”. Y añade: “nosotros tampoco solemos fallar en el producto que llevamos a la plaza de Madrid. Intentamos llevar un toro bien presentado”. La “responsabilidad” por venir es “muy grande”. Siempre “venimos con la confianza de ser bien recibidos” y “muy gustosos” de hacerlo porque para “fallar en Madrid hay que dar un petardo muy grande”, declara Jaime “y siempre que no han salido bien las cosas, la plaza de Madrid nos ha demostrado que sin olvidarse de lo anterior sí que nos ha dado siempre un margen de confianza”.






Resumiendo:

Antecedentes:

Al fallecimiento de la Marquesa Viuda de Villamarta, el lote correspondiente a su hija, María Dávila Garvey, lo compró Clemente Tassara. En 1942 se lo vende al Marqués de Villabrágima, variando éste el hierro por el que actualmente se utiliza. En 1944 el marqués la vende a Salvador Guardiola Fantoni. Desde 1973, y por fallecimiento de éste, se anuncia a nombre de sus herederos.

Encaste Villamarta:

Villamarta es el resultado de varios cruces de sangres. Álvaro Dávila y Agreda, Marqués de Villamarta, es quien se inventa en 1914 esta amalgama. Este encaste se forma con el cruce de la ganadería de José Carvajal, de origen Ibarra, con sementales de Parladé, del Conde de la Corte. Más tarde cruzan con Urcola, Santa Coloma, Murube y Medina Garvey (Hidalgo Barquero).
Morfológicamente son reses de gran remate: hondos, largos y con buen desarrollo de cornamentas (algunos cornalones, astifinos e incluso astiblancos). En cuanto a los pelos predomina el negro, aunque se dan los cárdenos, tostados y castaños. Abundan las particularidades accidentales, ya que es muy frecuente ver girones, bragados, meanos, coleteros, calceteros, luceros…


1 comentario:

Unknown dijo...

Salvador Guardiola a été tué en 1960 (le 23 ou le 28 août) à Palma de Mallorca et non en 1970. Je me rappelle : j'y étais ! J'avais 7 ans.