miércoles, 24 de agosto de 2011



Muy buenos días, me acabo de levantar con una tremenda resaca producida por la borrachera del buen toreo de Morante de la Puebla de ayer en Bilbao. Hoy no quiero ser el que os hable de esa faena para la Historia de Toreo que escribió Morante con letras de oro y con ese sello tan personal de esa Tauromaquia rescatada de lo más profundo del baúl de los recuerdos pero con sabor eterno.
Este triunfo es la recompensa a todos los años de sufrimiento, de esa enfermedad, que te obligo a cortar hace años una temporada, a los años duros en que las cosas no han funcionado como uno quisiera, en el cual los triunfos tardaban en llegar, en los que no se arrojo la toalla en ningun momento y la constancia, el trabajo y el creer en las cualidades de uno mismo tenian que traer un triunfo como el de ayer.
Ya que nadie va a discutir tus condiciones como torero, ese arte y esa toreria que tú respiras por los cuatros costados.
Este triunfo en una plaza de primera categoría, no se a quien le habrá hecho mas ilusión si a tí o a mí Morante, yo ya tenia ganas de ver esa imagen sacándote en andas atravesando el umbral de la puerta grande, que imagen mas bonita, me saltaron dos lagrimones “maestro” y espero que este sea el punto de inflexión para que enseñes la dimensión del torero que llevas dentro, ya que eres el Mesías del Toreo y tienes que predicar con esa forma de torear. Y a partir de ahora todo depende de ti para que sigas escribiendo nuevas páginas con letras de oro en la Historia del Toreo.
Y aqui termina la introducion ya que habia comentado que no iba hablar de la faena de Morante pero es que me imposible hablar del Genio de Puebla del Rio "Morante de la Puebla".
Aquí os dejo el video y juzguen ustedes:



Esta ha sido la reacción de la crítica especializada, hoy quiero que sean los profesionales los que pongan los titulares a la faena de Morante:



Corridas Generales de Bilbao


Faena histórica de
Morante de la Puebla



Importantísima corrida de Núñez del Cuvillo



Si alguien pregunta cómo es el toreo le respondería inmediatamente que es, exactamente, como el que hizo ayer sobre el negro ruedo de Vista Alegre ese asombroso Morante de la Puebla. La faena al cuarto ejemplar de la soberbia corrida de Núñez del Cuvillo, deja zanjada cualquier discusión sobre lo que se considera el arte de torear. Morante supo ver pronto la clase del toro, que se había protestado por aparente cojera. El presidente tuvo la energía y la personalidad suficientes para no devolverlo y de paso le hizo un favor a la fiesta.

Un favor muy grande porque permitió que Morante de la Puebla explicara con torería, con arte infinito, son inmensa hondura, lo que es el el toreo. Sin prisas, son parsimonia, fue bordando los muletazos en redondo, de bellísima arquitectura. No se entendía, sin embargo sobre el pitón izquierdo pero con sabiduría y reposo consiguió meter el toro en la muleta en incomensubrables naturales. Se prodigó hasta el infinito y nos emborrachó de contemplar el mejor toreo, el de siempre, sin ventajismos, ajustándose a la ortodoxia dentro de una inmensa fantasía. Y para el remate un volapié soberano que tiró sin puntilla al gran toro. El presidente, en gesto de buen aficionado, sacó los dos pañuelo a la vez. Y es que no había duda sobre aquella obra de arte.

Manzanares estuvo muy por debajo de su primer toro al que pegó trallazos y anduvo desigual con el gran quinto ejemplar al que mató de una gran estocada recibiendo. Y David Mora recreó el toreo sobre la mano izquierda en su primero y estuvo valentísimo con el sexto.

fuente:marca.com(por Carlos Ilià
n)





DE LA MECA A LA PUEBLA




Nada más mágico que la fragilidad del arte convertida en acero. Sin que nadie vea el metal. Frente al toro de hierro y fuego, frente al toro por hacer y por poder, presentó Morante la muleta suelta, los vuelos del alma y la fragilidad del cuerpo que se abandona. Lo que muchos hacen a gritos lo hizo él callado. Lo que pocos hacen con el corazón asomando por la boca, lo hizo él con el corazón a compás de su miedo y su arte. Siendo fiel al ADN con el que lo parieron. Ese día las comadronas de la Puebla se ausentaron por un Betis/Sevilla y fueron las musas las que asistieron al parto. No se puede explicar de otra forma sus formas nunca enseñadas y siempre aprendidas. Asistimos hoy en El Bocho al siguiente eslabón del toreo con el toro que a veces no se desea pero siempre se necesita. Una corrida exigente y de raza. Para poder, para torear, para crear arte. Un eslabón no encontrado pero sabido. Un espectáculo para todas las religiones del toreo y sus partidarios que ya saben el camino a peregrinar. De La Meca a La Puebla.



Fue la corrida el fin del tópico de los toreros de arte. Eso que siempre esconde la simplicidad de lo sensiblero frente a la profundidad de lo sensible. El toreo hondo, de vaciarse, de entregarse, de abandonar tiempo y espacio. Andaba la corrida a media luz, exigentes los de Cuvillo, los toreros bien pero no mejor, camino de una tarde más. Y salió el cuarto, serio en acaramelados pitones algo abiertos, bociblanco y colorado, que marcó querencia hacia terrenos de chiqueros en donde le dieron un el primer castigo serio. Todo estaba de nones. El público viendo una cojera inexistente, Morante dando capa de esa forma que no gusta pero que es tan eficaz, tan calibradora y mandó otro puyazo. Lo vio. Y como lo vio se salió afuera con él a dos manos, cuerpo flexionado. pero no como los sprinters, sino muy torero, pudiendo y haciéndolo romper para adelante y por abajo.

No le gustó eso al público pues tomó esa forma tan gallista de romper al toro como un acto que enseñaba intenciones de brevedad. Fu. Asentado en el tercio, fue desgranando el torero una faena dominadora y paciente, sensible y de reunión y de embroque ajustado y de fuerza y de abandono. Tuvo el toro en el haber durar mucho y ser agradecido. En el debe, o quizá no tan debe, poder, fuerza, emoción. Echaba la cara arriba en los finales de los pases, y el torero llegó a poder tanto que terminó bailando con él por el palo de su toreo. Cintura, pecho por delante, reunión. No quiso el toro por el pitón izquierdo y hasta por ahí el torero tiró del acero que siempre tiene la seda para pegarle dos tandas limpias como la cara de un niño. Un cambio de mano en una pedresina antes de otra tanda, un cierre a dos manos por arriba y por abajo y una estocada que me da igual dónde cayó que cayó muy bien.

Ese Bilbo que parecía la Plaza Mayor de la Puebla del Rio. La Meca nueva del toreo. Una vuelta de tuerca hoy, un paso adelante, un eslabón a seguir. Con el toro que no se desea pero que es necesario. Con una corrida que da verdad y da fuerza aunque de miedo a veces. Un toro como el quinto, bajo y serio, que llegó sin picar a la muleta de Manzanares pues salió suelto del segundo puyazo y no le hicieron nada. Toro para poderlo. Se lo llevó el torero al centro del ruedo y allí se hizo el amo el toro hasta que Manzanares se pasó la muleta a la izquierda y le bajó la mano y los vuelos de la muleta. Ahí subió la faena hasta las nubes, en dos tandas más con la derecha y otra más con la izquierda, para bajar con unos tropiezos de telas que sólo se hicieron olvidar con un espadazo recibiendo. Toro importante. Exigente. Fuerte.

Estas con las corridas de para adelante. Toros, toreros, ferias, fiesta. Para adelante David Mora en el sexto, un galán astifino y pendenciero que cada vez que le bajaba la mano el toro le echaba la cara arriba y hasta dos veces le prendió. Firme el torero, que se jugó la vergüenza y los muslos en una actuación de quien desea estar y ser. Esas dos últimas faenas vinieron precedida de la faena. La que espoleo la tarde, que se sabía exigente, pero iba camino de ser una mas y una menos. Con el toro que no se quiere tantas veces pero que se necesita siempre y más ahora.

Soltó mucho la cara el primero, al que Morante le dejó buenos lances por el pitón derecho y algunos muletazos de categoría made in su ADN. Fue exigente el tercero, al que David Mora, que siempre entro en quites (unas gaoneras fueron de escalofrío) de los toros de los compañeros, le dio mucha distancia al principio en una faena de mas a menos y con mal a espadas. El segundo se movió mucho sin mucha clase, pero fue toro para esforzarse en la muleta de un Manzanares que estuvo como fue el primer tramo de la corrida, camino de ser una tarde más. Pero las cosas de la magia de la vida, que siempre pueden venir de la mano del toreo de un tipo como el de La Puebla, fiel a las hadas que le inspiran y a las musas que le nacieron. Y de ahí para adelante, enseñar que el toreo puede y quizá ya haya encontrado el camino de la emoción del arte. La emoción intensa y tensa del arte del toreo. Con ese toro y con esa forma de poner de acuerdo a todas las religiones del toreo que ya peregrinan desde la Meca a La Puebla.

Plaza de toros de Vista Alegre. Cuarta de las Corridas Generales. Dos tercios de entrada. Toros de Núñez del Cuvillo, buenos y encastados con un único toro deslucido, primero noble y desrazado, segundo encastado, tercero noble, cuarto, con clase y fondo, quinto, encastado, sexto deslucido e incierto. Morante de la Puebla, ovación con saludos y dos orejas tras aviso; José María Manzanares, ovación con saludos y oreja tras aviso; y David Mora, ovación con saludos tras aviso y ovación con saludos. Han saludado en banderillas Curro Javier y Luis Blázquez y ha destacado lidiando Juan José Trujillo que saludó en el quinto.









DECLARACION DE MORANTE Tras un faenón de dos orejas




'Llevo soñando con esta tarde toda mi carrera'





Morante de la Puebla ha cortado las dos orejas al segundo toro de la tarde en Bilbao tras firmar un faenón de antología al segundo toro de la tarde, un ejemplar de Núñez del Cuvillo. El diestro de La Puebla del Río compartió sus impresiones con Canal+ Toros:

'Estoy muy contento. Estoy feliz y creo que es un día importante para mí. Esa mala racha de muchos días se compensa hoy. El toro tenía una lidia, porque parecía que se caía, que se iba, pero el toro tenía fuerza inteiror y ese punto de nobleza que se lo he ido sacando y el toro lo ha mostrado. El inicio ha sido fundamental para que rompiera porque tenia muchos pies y yo quería asentarlo para poderme sentir yo. Una tarde como hoy es una de las que uno sueña. Llevo soñando con esta tarde toda mi trayectoria y hoy ha sido'.

El ganadero Álvaro Núñez Benjumea también compartió con los micrófonos de Digital+ su emoción tras el faenón protagonizado por Morante de la Puebla con uno de sus pupilos:

"La verdad es que estoy emocionado. Torear así no se ve todos los días y estos toreros no necesitan un toro bravo. Éste es el toro que estamos buscando mi padre y yo, el toro que cuando se siente sometido, sigue embistiendo y cuanto más por abajo mejor. Tener la suerte de que este toro le salga a Morante y verle torear como ha toreado es impresionante. Este tío torea como el que lo inventó'.

José María Manzanares y David Mora también ofrecieron una buena imagen en su actuación en Bilbao. El alicantino, que pudo cortar una oreja del segundo, comentó que 'he estado a gusto. Ha sido un toro bravo y he intentado hacer las cosas bien. Lo he matado recibiendo porque quería matar recibiendo en Bilbao'. Del quinto, comentó que 'no ha sido fácil, pero estoy satisfecho porque el toro era exigente'.

El madrileño también pudo cortar una oreja del tercero, y se lamentó ante los micrófonos de Canal+ Toros por haber pinchado: 'Llevo una racha que no los mato. No son sainetes, pero cuando tienes la oreja cortada y pinchas, matar a la segunda ya no sirve. El toro ha sido bravo y ha tenido calidad. Si lo hubiese matado, la cosa hubiese cambiado mucho'.




fuente:mundotoro.com







CRÓNICA DE BILBAO.- El de la Puebla corta dos orejas al cuarto Cuvillo.



Morante pinta el movimiento




El movimiento se puede pintar. Lo hizo Morante con su expresión de clásico barroco, de torero de otros tiempos traído a la butaca de PVC. El movimiento, sin embargo, no se puede torear, que es verbo mucho más amplio y difícil de ejecutar. Se puede torear a un toro que fija el objetivo y lo ataca sin reservas en su entrega. Entonces puede surgir el verbo torear, y para ello hay que parar, templar, mandar y transportar. Al movimiento de un animal bovino como el cuarto, o como a los tres primeros de la corrida, se les puede acompañar, sujetar, acariciar y hasta castigar, pero el verbo torear le viene tres tallas grande.

Qué expresión la de Morante para pintar frente a un toro tan móvil que pasaba y pasaba sin fijar el objetivo. La imaginación y los recursos de una enciclopedia viviente puestos al servicio de la expresión en la derecha del compás, la gracia de kikirikí, la estética en la trinchera y el gobierno de recogida inicial a dos manos y sobre las piernas. Cabe que Morante sintiera que nunca toreó a este cuarto, más allá de dos rotundos naturales casi sobre el aviso del largo trasteo diestro ¡Qué dos naturales fueron! Aquéllos por donde Morante no lo veía antes. Saldrán poetas a rimar y bulerías a cantar la pintura en movimiento. Y la plaza, cierto, era un clamor cuando el barroco de compás alegre mataba como un bravo guerrero.

Qué listo Morante esta vez, que ni siquiera necesitó de la entrega de un toro profundo y bravo. Con uno de ligero movimiento y cara fijada se bastó para poner Bilbao patas arriba.

Fue el suceso. Morante pintando el movimiento. Hasta entonces, salían cuvillos de movimiento agudo, toros corretones e incansables detrás de las muletas. Tanto movimiento tenían, que a la mayoría les perecían bravos. De hecho, el segundo de la tarde a muchos le pareció de lío tras ceñir chicuelinas David Mora y tras la torería y la perfección de Curro Javier en banderillas.

A muchos, pero no a Manzanares, que solo podía despachar y despachar acometidas incansables, corretonas de nula entrega, de descuelgue acusado y cara suelta en galeras, embistiendo a pitón cambiado. Era un correr sin embestir y sin embestir nunca cabe el toreo sentido, de ahí que el de Alicante apenas lo atisbara. Mató con su ya consabida estocada recibiendo, una tapadera de bocas por si alguno ansiaba abrir la propia.

El nuevo David Mora también tuvo otro de los corretones. Fue el tercero. Mientras corría el toro parecía haber faena y el macho torero, de pies asentados y férreas piernas, despachaba viajes a la trágala con mérito grande. Se acabó antes esa movilidad acusada y el toro se quedó en la nada y, en consecuencia, una faena a menos.

Lo suyo con el sexto fue otra historia pues, además de correr, el toro le sacó mala leche y una devanadera por cabeza. Un rico podría quitarse, uno como Mora, que quiere serlo, ni piensa en moverse de allí, el tío. Lanzaba muleta David y el funo venía raudo para traicionar a mitad de camino y buscar las ingles hasta encontrarle una en un natural de entrega. Una prenda el Cuvillo; un valiente Mora.

Lo profundo llegó en el quinto y no de la parte humana, sino de la animal. Luminito, negro de pitones tocados arriba y agrio carácter al saludar. Fuerte y potente el toro, que apretaba a las apretadas gaoneras de Mora y a los primeros muletazos de Manzanares. Este sí, este Cuvillo sí fijaba el objetivo y lo perseguía hasta el final como lo hacen los bravos, aún picando hacia dentro para no dejar abandonarse al torero. Manzanares, que no se abandonó, crispó muletazos de mano baja, bajísma por momentos, en una pelea que nunca encontró compás. Esta vez hubo premio tras matar de una vez, una oreja con vinagre en la heridas de una guerra que sí perdió.

El movimiento lo pintó Morante para instalar el clamor. Luminito, el bravo, puso la única luz al movimiento de Cuvillo.








fuente:burladero.com








Genial faena de Morante de la Puebla.





Morante es llevado en andas hacia la gloria.



Alterna con dos figuras David Mora; se ha ganado, con sus triunfos, esta oportunidad: aprueba el examen, con valor clásico. Torea bien Manzanares. Todo palidece porque Morante realiza una faena absolutamente extraordinaria. Núñez del Cuvillo envía una gran corrida: toros serios, encastados, no bobalicones.

El primero va bien al caballo pero está justo de fuerzas. Mece el capote Morante, lo cuida, pero dura poco en la muleta. José Antonio corre bien la mano, con naturalidad y aplomo. Mata fácil. Una faena plena de torería.

Lo grande llega en el cuarto, protestando de salida por flojo, que no da opción al capote de Morante. Queda corto, rebrincado. Lo ahorma por bajo, ¡y le pitan! Se creen —los tópicos— que no va a hacer nada porque no comienza con derechazos o naturales: ¡la Tauromaquia es mucho más que eso! Ya fijado, dibuja preciosos muletazos (sin lo anterior, no hubiera podido). ¿Quién dijo que Morante no tiene técnica, además de estética? ¿O que se quedaba sólo en detalles? Los derechazos, tirando del toro, son un monumento. ¡Cómo se adorna! Consigue los naturales que nadie esperaba. Suena un aviso. Sigue toreando para él... y para los que sepan paladear lo bueno. Gran estocada: dos orejas. Una faena para el recuerdo. Mi exigente amigo Juan Carlos Vázquez dictamina: «El comienzo de faena, absolutamente genial». Y, yo, firmo debajo. Si usara sombrero, lo echaría al ruedo, sin ninguna vergüenza.

Saludan, en el segundo, Curro Javier y Blázquez, en banderillas. Muletea Manzanares con empaque pero el toro, pegajoso, se queda corto, le desarma. Dibuja buenos derechazos pero no llega la esperada faena. Se empeña en matar recibiendo: lo logra a la segunda.

No pelea bien en el caballo el quinto pero se viene arriba. Se luce Mora en impávidas gaoneras. Saluda ahora Trujillo en banderillas. Después de un desarme, va haciéndose con él, Manzanares. Dibuja excelentes muletazos , mandando, a un toro que tiene mucho que torear. Al final, una gran serie de naturales: la emoción se une a la elegancia. Gritan: «¡Viva Alicante!» Al encuentro, otro espadazo: merecida oreja.

Recibe al tercero David Mora con buenas verónicas de compás abierto. El toro es alegre y bueno pero flojo. Le da mucha distancia: logra excelentes muletazos: acostumbrado a roer huesos duros, disfruta con el bombón de Cuvillo. Y nosotros con él. Pero mata sin convicción: ¡por Dios!...

El sexto es el más complicado, se revuelve rápido. David no se enmienda. Algunos enganchones deslucen el clasicismo de sus muletazos. Le engancha el toro, quizá le hiere; vuelve a la cara, sin mirarse: faena épica. Merece más oportunidades.

¡Gran tarde de toros! Quedaban asientos libres en la Plaza: ellos se lo perdieron. Cuando se ve torear como hoy lo ha hecho Morante, la Tauromaquia es un arte único. Salgo tarareando un pasodoble. El título lo resume todo: «La gracia de Dios»...



fuente:abc.es(por Andrès Amorós)









El sevillano salió a hombros con una extraordinaria corrida de Núñez del Cuvillo.




Fue Morante, ¿o lo soñamos?




Morante llevaba toda su vida «soñando con esta tarde». Y nosotros con tener la bendición de no perdérnosla en la vorágine de agosto. A la hora y en el sitio para agotar al corazón de emociones. Las hubo a borbotones todo el festejo. Qué gran tarde de toros, porque la de Núñez de Cuvillo fue antológica: cinco de seis. Con tantos matices, con tanta movilidad, con tanto que torear. La Fiesta en su estado más auténtico, más vivo y mágico. Al cuarto lo quisieron echar para atrás. Bien por Matías, el presidente, que lo mantuvo en el ruedo a pesar de que estaba andarín y abanto de salida. Cuando Morante comenzó la labor por personalísimos doblones hasta le increparon. ¿Qué pasaba aquí? El toro que lo había caminado todo, que tomó tres puyazos y sustanciosos lances, descolgó ese privilegio de cuello que hacía seguir el engaño sin levantar la vista de la arena. Una y otra vez, motor inagotable de bravura. Presto al cite, al maravilloso encuentro del que fue naciendo un toreo roto, embraguetado, tomando de perfil la largura interminable que tenía el toro. Lo hizo poco a poco, convenciéndose Morante, deleitándonos al público de Vista Alegre. La negra arena y el gris cielo era el contrapunto perfecto a la brutalidad de las pasiones: y como colofón, un remate que se clava en la diana de la memoria: una trinchera, un cambio de mano. Incrustado en el alma, nos recreamos en el toreo sin aliento del sevillano. Enajenado de sí mismo, del puro arte que se destruye al instante. Histórica tarde, inolvidable para Núñez del Cuvillo. Hallado el destino, cosió Morante a los vuelos de la muleta la embestida, por la barriga se lo pasaba para rematar más allá de la cadera, a la media vuelta. Y su misterio, su torería lo impregnaba todo. Después del recital que dio por el derecho, se tomó su tiempo para sacar los naturales que llevaba el toro. Y lo logró, vaciándose, algunos larguísimos, templados. Perdida la noción del tiempo, hundidos hasta el cuello en la faena, sonó un aviso pero todo se nos iba corto. Siguió Morante, ayudados por alto, tan suyos, barrocos, agotados, y acabó por abajo. Un cambio de mano que vale una feria. Y ya, en el compás de espera, perfilado en la suerte suprema, el desenlace. La apoteosis. Metió el acero y como escultura pletórica esperó Morante con el brazo levantado, sabiéndose dueño de su triunfo, hasta que cayó el toro. Rodado. Qué gran toro. Las dos orejas para Morante y para mí faltó la vuelta al ruedo al de Cuvillo: tanta entrega tiene que tener su recompensa.

Núñez del Cuvillo lidió ayer una corrida rotunda. Manejable aunque con menos gas el que abrió plaza; con carbón y muchísimo que torear el segundo que se entregaba por abajo exigiendo una barbaridad. Tuvo movilidad el tercero a pesar de que le faltaba entrega al final del viaje; grandioso el cuarto, y bravo y bueno el quinto con una calidad extrema por el pitón izquierdo. Veneno tuvo el sexto. Tanto no podía ser.

David Mora sobrecogió en los quites: por chicuelinas y por gaoneras después de las de asustar al miedo. Con el sexto que llevaba en la punta de los pitones el drama estuvo valentísimo. Tanto que nos abocó a un eterno nudo en el estómago y en una de esas resultó herido. No se podía estar más de verdad. Cuajó al tercero con tandas preciosas hasta que el toro, que le faltaba un tranco de entrega, se fue apagando.

Manzanares cortó una oreja del quinto. La sublime calidad del toro mereció la rotundidad que no llegamos a encontrar. Su segundo, con motor para desbordar a cualquiera, llevaba dentro una faena de las que son imborrables. Fuego en la embestida que se desbordaba al ir humillado, pero la cosa no fue. A su aire el toro, se nos evaporaba la mística ilusión del toreo.

Qué gran tarde Morante. Qué gran tarde, ganadero.



fuente:larazon.es







Morante, algo más que a hombros



En la corrida de ayer hubo momentos para el recuerdo. De entrada, los toros de Núñez del Cuvillo dieron en general un juego excelente. Algunos fueron de antología.

Las primeras grandes ovaciones de la tarde se iniciaron en el segundo toro, primero de Manzanares, y fueron para un quite ajustadísimo de chicuelinas a cargo de David Mora y dos pares extraordinarios del subalterno de Manzanares, Curro Javier. En ese toro el alicantino empezó a torear con la mano derecha con muy buen son, para ir perdiendo sitio. La faena fue a menos. El torero estuvo por debajo del toro.

Después, David Mora, tras unos buenos lances, construyó una meritoria faena con las dos manos, citando al toro de lejos en cada tanda. Realizó un toreo macizo. Ligó los pases y templó muy bien. De haber matado bien hubiera ganado la primera oreja de la tarde.

¿Y Morante de la Puebla? Morante dio en su primero tres lances con gusto. Con la franela fue dejando cositas sueltas, pero de poco peso. En su segundo, cuarto de la tarde, aquello derivó en otra cosa. Tras unos doblones como si el toro fuera un marrajo, todos creíamos que iba a montar un espectáculo deplorable; sin embargo, de pronto el aire empezó a aromatizarse. Su mano derecha dictaba lecciones magistrales, deliciosos derechazos, trincherazos, molinetes. Tardaba en cambiar de mano pero cuando lo hizo surgieron naturales que eran más bien sobrenaturales o hipernaturales. Trazaba los pases con la suavidad de la mariposa acariciando la frente del pastor mientras duerme (versión Lezama Lima). Una paloma blanca se había instalado en su cintura, mientras sus muñecas de azúcar conseguían que cada muletazo se quedara dormido en el viento. Momentos como los regalados por Morante ayer hace que uno escriba con una cursilería que horas más tarde se arrepentirá. Pero el instante es el instante. Así es la rosa, no la toquéis.

Manzanares en su segundo dejó sobre la arena de Vista Alegre pases con las dos manos de mucho empaque. Esta vez la faena fue de menos a más. Dio tres monumentales derechazos: lentos, arrastrados, de buenísima ejecución. En ese toro Juan José Trujillo puso dos grandes pares de banderillas.

David Mora no quiso irse de vacío. La pena es que le tocó el toro de menos calidad. Tenía peligro y le dio un varetazo. Pero el toledano no se arredró. Siguió en el ruedo hecho un valiente.

Lo de Morante, saliendo a hombros por la puerta grande, queda en la memoria de los aficionados. En aquellos muletazos habitaba la nutricia señal aplacadora de los místicos. Morante: todo primor y toda atildadura.





fuente:elpais.com





Morante torea para la historia





Marcaban las agujas del reloj las ocho y veinte de la tarde de este martes 23 de agosto cuando José Antonio Morante se dispuso a tomar la muleta. Despacio, con tranquilidad y reposo se fue hacia la cara del cuarto toro de Cuvillo. Un doblón por bajo, dos, el tercero saliéndose ya de las rayas de picar. El cuarto genuflexo, hundidos los riñones. El toro embebido en los vuelos de una muleta mágica y algún incauto pitando un inicio de faena fundamental para atemperar y fijar la embestida del toro.


A partir de ahí la sinfonía de Toreo, sí, Toreo con T mayúscula. La obra de arte del torero de La Puebla del Río forma parte ya de la Historia del Toreo. Roto, desmadejado, el diestro sevillano fue desgranando tandas a derechas plenas de temple y empaque. Hubo una cumbre, ajustado embroque, profundísima y sin perder ni un paso. El toro respondiendo, con buen son. Más violentito por el izquierdo. Pero por ahí tomó dimensión de acontecimiento la faena de Morante. Su temple y mando obraron el milagro para trenzar varias tandas al natural de ensueño. Toque preciso, vuelo en la muleta y compás y despaciosidad en el trazo. Los remates, tan personales, fueron para enmarcar. Un cambio de mano, un molinete... Morante, alimento espiritual, se desangraba a borbotones de inspiración y genialidad que desbordaban el coso de Vista Alegre. Y el pupilo de Álvaro Núñez continuaba sin cansarse de embestir. El público se frotaba los ojos con lo que estaba viendo en el ferruginoso albero bilbaíno. Los ayudados por alto finales fueron elevados a la categoría de toreo fundamental por Morante. Y la estocada arriba, a cámara lenta, para arrebatar los corazones y premiar con dos orejas la magna labor del torero sevillano.


Esta fue la cima de una tarde para el recuerdo de la que tuvo buena culpa una gran corrida de Núñez del Cuvillo. Sobre la base de la casta, hubo variedad de comportamientos. Desde el mencionado cuarto, pasando por los encastados segundo y quinto, el noble y enclasado tercero, el manejable primero. Un muestrario de lo que debe ser una corrida de toros con la que nadie se aburrió. Hasta el deslucido que hizo sexto tuvo su importancia. Enhorabuena ganadero.


Y para que todo saliese redondo, dos toreros que no se dejaron ganar la partida en ningún momento. José María Manzanares y David Mora.


El alicantino no terminó de encontrarse a gusto con el exigente y enrazado segundo, al que sólo llevó más toreado cuando bajó la mano y al que despachó de una gran estocada en la suerte de recibir tras un pinchazo.


Consciente y responsabilizado, salió a por todas en el quinto. Otro animal encastado al que tardó en cogerle el pulso. Pero cuando lo hizo apareció el mejor Manzanares. La muleta arrastrando por el ruedo, rota la cintura y muletazo hasta detrás de la cadera. Hubo empaque y toreo de cante grande al natural en dos tandas de altísimo nivel. Lo terminó de cuajar en redondo antes de recetar otra estocada recibiendo. La oreja, de las de peso.


Tras su gran temporada, David Mora tuvo su recompensa entrando en Bilbao cogiendo la sustitución del convaleciente Leandro. Y a fe que respondió y aprovechó la oportunidad. Aún sin conseguir premio tangible, la tarde del madrileño fue otro paso más en su escalada a la cumbre.


Su primer ‘cuvillo’ fue un gran toro por nobleza y clase. Tras acompañar su embestida por el pitón derecho, Mora comenzó a torear al natural como los ángeles. Reposado, templado, armonioso en las formas. La muleta siempre muerta para tirar del toro. Pero un pinchazo y otro hondo enfriaron todo, quedando el premio final en una ovación que saludó desde el tercio.


En el sexto, se vio la cara valiente de David Mora. El toro fue el más deslucido pero con sus compañeros de terna con las orejas en el esportón, Mora tiró de colocación y valor para construir una faena de intensidad creciente, sin volver nunca la cara a las complicaciones del animal. Llegó a ser prendido de forma muy fea cuando pasaba a izquerdas la descompuesta embestida de su oponente. Enhebró media estocada al encuentro y la ovación final que saludó camino de la enfermería sonó a reconocimiento por una tarde completa de David Mora.






fuente:cope.es







Y Bilbao se volvió loco



Por Paco Mora



El arte del toreo bajó del cielo. Era lleno de gracia como el Ave María. Próxima estación, la gloria. Morante en estado puro. El toreo sin adjetivos...

El arte del toreo bajó del cielo. Era lleno de gracia como el Ave María. Próxima estación, la gloria. Morante en estado puro. El toreo sin adjetivos. ¡Ay, quién supiera escribir para poder contar a quienes no la han visto la levitación torera del de La Puebla en la arena morena de Bilbao! Fue como una aparición, la consagración de un sueño. ¿Pero se podía torear así? Y Bilbao se volvió loco. Dice el genio que venía pensando en una faena así desde sus comienzos. Y ha ido a plasmar su obra cumbre con el toro de Bilbao. Un toro que necesitó primero un lidiador y lo tuvo. ¿Quién ha dicho que la técnica es enemiga del arte? Mentira podrida. Para torear así primero hay que poderles a los toros. Y vino lo que tenía que venir; la emoción de la obra de arte al alcance sólo de los privilegiados en toda la historia del toreo. Así se nace, y en el caso de Morante la comadrona rompió el molde. Y ahora que sigan graznando los que se empeñan en convertir el toreo en una religión, y en su sentido inquisitorial tratan de echar a la hoguera a todos los toreros presentes y pasados que no se inmolen a lo bonzo cada tarde. La mejor crónica del suceso la ha hecho El Juli con pocas palabras: “Me he vuelto loco”. Julián, maestro, eres grande; nos vemos en el manicomio. Ya somos dos.






fuente:aplausos.es

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