martes, 21 de junio de 2011

Las verdades del barquero.



COMO ESTA EL PATIO, Y MORANTE




Iba a escribir unas líneas sobre San Isidro, pero créanme si les digo que se me ha hecho interminable. Y como colofón final la Corrida de Beneficencia, la que se supone que es la corrida del año, ha resultado ser un petardo. En fin que no tengo ni ganas de escribir sobre ello, hoy me apetece escribir de Morante de la Puebla.


Ustedes saben que me considero “morantista”, porque Morante es el torero al que más me apetece ver y por el que más kilómetros he hecho, pero eso no significa que defienda o justifique a Morante por encima de todo, porque hay cosas que no se sostienen desde hace tiempo en la carrera del diestro.


Desde 2009 no voy a verle con cualquier ganadería de las que se anuncia, y habrá “morantistas” que no comprendan mi actitud, pero de lo poco que nos queda en los toros es el derecho a opinar.


Morante no está, así de claro. Yo quiero volver a ver al Morante de hace dos o tres años, porque el de ahora es un Morante desdibujado, con un pésimo estado físico y que está pasando de puntillas por la presente temporada.


Pero el problema más grave que tiene Morante no es la báscula, es su apoderado, Curro Vázquez, el terror de los cercados y corrales, que rebusca para sus toreros en la cabaña brava un sucedáneo de toro de lidia, y que impone si alguien quiere contratar a sus toreros.


El año pasado fue la primera temporada al lado de Curro Vázquez, pero tal y como fue la campaña y lo que llevamos de esta, Morante me ha decepcionado al seguir con él, porque la última palabra sobre su carrera la tiene el propio diestro. A un torero que considero capaz le exijo que sea consecuente en el ruedo con sus capacidades, en vez de dejarse “cuidar” de esta forma.


Tenemos muy fresco todavía el recuerdo de la corrida de Núñez del Cuvillo en Las Ventas, que no se debería haber reseñado para Madrid. Tardes de toros como estas existen porque torero, apoderado, empresario y ganadero lo permiten, y por último, la autoridad lo consiente. ¿Quién paga los platos rotos? El de siempre, el aficionado.


Por circunstancias internas y externas al torero, es una pena que no se haya visto más veces en toda su dimensión o se haya tapado una tauromaquia tan rica en matices, que bebe de tantas fuentes, y que tiene gusto y arte en cada lance.


Por Isa Molina






fuente: enbarrera.blogspot.com

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