RESUMEN.- 4ª de abono.
Manzanares salva in extremis la encerrona.
Un novillo salva a Manzanares del ridículo
Sevilla se vistió con sus mejortes galas para lo que se presentaba como un gran acontecimiento. Nada menos que su torero mimado y adorado ante seis toros en la Maestranza. Aquello olía a apoteosis anticipada y la Puerta del Príncipe estaba debidamente engrasada para que se abriera al anochecer en honor de quien iba a estremecer los cimientos de la bicentenario coso del Baratillo.
Pero a las nueve de la noche no había pasado nada. Tan solo una faena sobrevalorada a un novillote, que la pasión por el torero-modelo quiso ver como una antología de la tauromaquia. Y es que José María Manzanares quiso pero no pudo. Tuvo un gesto pero no hubo gesta. Intentó dar al réplica a "lo" de Nimes y se quedó a centímetros del ridículo. Sevilla, tan generosa y blanda le salvó de un fracaso estrepitoso regalándole dos orejas del sexto, un animalito impresentable de Juan Pedro, pero de clase infinita.
Manzanares, espoleado por una ovación cariñosa de ánimo, se fue a portagayola y se echó al toro por delante en tres largas magníficas. El novillo llegó de dulce a la muleta y el torero hizo lo de siempre: derechazos metiendo pico y dejando escondida la pierna contraria para componere la figura y templar con cadencia. Desdibujado con la izquierda volvió a la diestra y a las trincheras de lujo. Citó a recibir y necesitó de un descabello. Le dieron ¡dos orejas!, la segunda, de pueblo.
¿Y el resto?. Pues un fracaso, y en el toro de Victorino se bordeó el ridículo. El animal le pidió los papeles y Manzanares estaba indocumentado ante este tipo de ejemplares, con guasa y mal estilo. Ah, no olvido que lo más torero de la tarde estuvo a cargo del subalterno Trujillo con dos pares antológicos
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