domingo, 4 de julio de 2010

Publicado en Aplausos.


Morante, el eslabón perdido...


"...Hoy por hoy, Morante es capítulo aparte. No compìte con nadie. Le basta y le sobra, para ser inconmensurable, con competir consigo mismo. Lo dicho, Morante es el eslabón perdido entre el Juan Belmonte de principios del siglo XX y la perfección de la técnica taurómaca actual..."
Morante, cita al toro sentado en Nimes.

Paco Mora.-

Si no han visto todavía el vídeo de la faena de Morante en Nimes no pierdan un minuto más y véanlo. Se afirmarán en la realidad de que para lo que hace falta valor del bueno es para torear bien. Y para torear con la excelsitud que lo hace el de La Puebla es necesario un corazón como la catedral de Burgos. Morante ha alcanzado unas cotas de armonía, buen gusto y torería capaces de transportar a los buenos aficionados al disfrute de la euritmia de la belleza. Cuando un toro le ayuda un poco, el sevillano no torea, levita.

Produce escalofrió pensar qué ocurrirá cuando le salga en Sevilla, Madrid o Bilbao un toro bravo, noble y encastado de verdad. Puede elevar el toreo a la categoría de milagro. Hemos tenido suerte y disfrutamos de grandiosos toreros como Ponce, el auténtico sumo pontífice de la tauromaquia actual; El Juli, que le anda rondando la esquina al de Chiva; JT, que carga pilas en el taller de reparaciones a punto de tomar la salida; Perera, que huele a torero macho a un kilómetro como olían El Espartero, Frascuelo y todos los hombres de bronce, en la España en la que los hijos del pueblo llano sólo tenían dos caminos para salir de la ruina: echarse al monte o al ruedo; El Fino de Córdoba, que aún en su peores momentos sienta cátedra de torero grande; Curro Díaz, que le pega cada lambreazo al arte que te rilas; el galo Castella, capaz de correrle la mano al AVE Madrid-Sevilla. Y, como diría El Guerra –el bueno, no don Alfonso- ,después de Morante de la Puebla naide, y después de naide, todos los mentados y algunos más...

Hoy por hoy, Morante es capítulo aparte. No compìte con nadie. Le basta y le sobra, para ser inconmensurable, con competir consigo mismo. Lo dicho, Morante es el eslabón perdido entre el Juan Belmonte de principios del siglo XX y la perfección de la técnica taurómaca actual. Es el toreo-arte esculpido en carne viva.

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